jueves, 25 de agosto de 2011

Notas y consejos del taller de Cristina Sanchez Vega

Este taller de coaching insiste en la siguiente premisa: “No importa lo que la visión es, sino lo que la visión logra”. Las gentes realmente creativas usan la brecha entre la visión y la realidad actual para generar energías para el cambio. Cuando abrazamos una visión de vida que difiere de la realidad actual, existe una brecha (la tensión creativa) que se puede franquear de dos maneras.
El proceso compensador de abajo representa la “solución fundamental”: realizar actos para que la realidad concuerde con la visión. Pero cambiar la realidad lleva tiempo. Esto conduce a la frustración y la tensión emocional del proceso compensador de arriba, la “solución sintomática” de reducir la visión y acomodarla a la realidad actual.
 Se genera la clásica dinámica de “desplazamiento de la carga”, una sutil espiral reforzada de fracaso, frustración, visión rebajada, alivio temporario y nueva presión para rebajar aún más la visión. Gradualmente la “carga” se desplaza cada vez más hacia la rebaja de la visión.  Pero esta reducción no es final de la historia. Tarde o temprano surgen nuevas presiones que alejan la realidad de la visión (nueva y rebajada), creando nuevas presiones para rebajar la visión y el autoconocimiento.
En las organizaciones, las metas se erosionan a causa de la baja tolerancia hacia la tensión emocional. Para los colaboradores Cristina Villanueva y Fernando Sanchez, la dinámica de la tensión emocional existe en todos los niveles de la actividad humana. Es la dinámica de la componenda, el camino de la mediocridad. Como dijo Somerset
Maugham: “Solo los mediocres están siempre en su forma óptima”.
Permitimos que nuestras metas se erosionen cuando no podemos convivir con la tensión emocional. Por otra parte, cuando comprendemos la tensión creativa y la dejamos operar sin rebajar nuestra visión, la visión se transforma en una fuerza activa. Cristina Sanchez Vega señala que nadie desea ser el mensajero que lleva la mala noticia. El camino más fácil consiste en fingir que no hay mala noticia, o mejor aún, en “decretar la victoria”: redefinir la mala noticia como no tan mala, rebajando la pauta de comparación.