La esencia del dominio personal consiste en aprender a generar y sostener la tensión creativa en nuestras vidas, sostienen los colaboradores del taller, Cristina Villanueva y Fernando Sánchez. En este contexto, “aprendizaje” no significa adquirir más información, sino expandir la aptitud para producir los resultados que deseamos. Se trata de aprendizaje generativo. Y las organizaciones inteligentes no son posibles a menos que en todos los niveles haya personas dispuestas a practicar esa forma de aprendizaje.
Lamentablemente, el término “dominio” sugiere dominación sobre las personas o las cosas. Pero dominio también puede significar un nivel especial de destreza, de profundo autoconocimiento. Un maestro artesano, por ejemplo, no ejerce “dominación” sobre la alfarería ni el tejido. Pero su dominio de esas artesanías permite que los mejores cuencos o telas salgan del taller. Análogamente, el dominio personal sugiere un nivel especial de destreza en cada aspecto de la vida, personal, profesional y también en la visión de vida.
Cristina Sanchez Vega explica que la yuxtaposición entre visión (lo que deseamos) y una clara imagen de la realidad actual (dónde estamos en relación con dónde deseamos estar) genera lo que denominamos “tensión creativa”: una fuerza para unir ambos puntos, causada por la tendencia natural de la tensión a buscar resolución.
Esto es lo que se busca lograr al aplicarse la disciplina del coaching para llegar a este objetivo, que logren las siguientes características: las gentes con alto nivel de dominio personal comparten varias características. Tienen un sentido especial del propósito que subyace a sus visiones y metas. Para esas personas, una visión es una vocación y no sólo una buena idea. Ven la “realidad actual” como un aliado, no como un enemigo.
Han aprendido a percibir las fuerzas del cambio y a trabajar con ellas en vez de resistirlas. Son profundamente inquisitivas, y desean ver la realidad con creciente precisión. Se sienten conectadas con otras personas y con la vida misma. Sin embargo, no sacrifican su singularidad. Se sienten parte de un proceso creativo más amplio, en el cual pueden influir sin controlarlo unilateralmente.