lunes, 12 de septiembre de 2011

Continuan las notas sobre dominio personal, por el taller de Cristina Sanchez Vega

Quizá nunca captemos plenamente los modos múltiples en que influimos sobre la realidad. Pero basta con que estemos abiertos a esa posibilidad para liberar nuestro pensamiento, para relajar y disfrutar nuestro propio autoconocimiento.
Ian tiene seis semanas, aún no parece conocer sus manos y sus pies. Quiza es es consciente de ellas, pero obviamente no es consciente de que son suyos, o de que los controla. El otro día quedó apresado en un terrible rizo de realimentación reforzadora. Se había cogido la oreja con la mano izquierda. Eso obviamente lo agitaba, según se veía por su expresión dolorida y sus movimientos espasmódicos. Pero, a causa de su agitación, tiró con más fuerza. Esto aumentó su consternación, lo cual lo agitó más y lo indujo a tirar con más fuerza aún.  Ignorando que él controlaba su mano, percibía el origen de su incomodidad como una fuerza externa.
El proceso de aprendizaje del niño brinda una bella metáfora del desafío que todos enfrentamos; continuar expandiendo nuestra conciencia y comprensión, ver cada vez más la interdependencia entre los actos y nuestra realidad, ver cada vez más nuestra conexión con el mundo circundante.Al pensar en esto, Cristina Sanchez Vega desliza una dimensión olvidada del crecimiento personal consiste en “cerrar los rizos”, en descubrir continuamente que ciertas fuerzas aparentemente externas están interrelacionadas con nuestros propios actos.
Pronto Ian reconocerá sus pies y sus manos y aprenderá que puede controlar sus movimientos. Luego descubrirá que puede controlar la posición del cuerpo; si está incómodo de espaldas, puede voltearse. Luego vendrán estados internos como la temperatura, y la advertencia de que se pueden modificar acercándose o alejándose de una fuente de calor como mamá o papá. Eventualmente vendrán mamá y papá, y la comprensión de que los actos y emociones de ambos están sometidos a la influencia de Ian.
En cada etapa de este progreso, habrá ajustes en sus imágenes internas de la realidad, las cuales cambiarán incorporando la realimentación de sus actos a las condiciones de su vida, construyendo lentamente su visión de vida. Pero, para la mayoría de nosotros, este proceso de cerrar los rizos de detiene tempranamente en la vida. Al aumentar nuestra edad, disminuyen nuestros descubrimientos; cada vez vemos menos eslabones nuevos entre nuestros actos y las fuerzas eternas. Nos atascamos en modos de mirar el mundo que, en lo fundamental, no son diferentes del de Ian.
La experiencia de conectividad creciente que describe Einstein es uno de los aspectos más sutiles del dominio personal, uno que deriva muy directamente de la perspectiva sistémica.
Einstein expresó el desafío del aprendizaje cuando dijo:
[el ser humano] se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto, una especie de ilusión óptica de nuestra conciencia. Esta ilusión es como una cárcel que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto por pocas personas próximas a nosotros. Nuestra tarea debe consistir en liberarnos de esta cárcel ensanchando nuestro círculo de compasión, para abrazar a todas las criaturas vivientes y la totalidad de la naturaleza en su belleza.
Ese creciente “circulo de compasión” es otro, tratan de remarcar siempre los colaboradores del taller, Cristina Villanueva y Fernando Sanchez.