En un momento de la vida éramos incapaces de realizar “tareas”
mundanas como caminar, hablar y comer. Tuvimos que aprenderlas. El bebé no se
mete la cuchara en la boca la primera vez: se la lleva al hombro izquierdo, al
hombro derecho, a la mejilla. Sólo gradualmente aprende a llevársela a la boca.
Inicialmente, una tarea nueva requiere mucha atención y esfuerzo consciente. A
medida que “aprendemos” las habilidades que la tarea requiere, la actividad se
desplaza gradualmente de la atención consciente al control subconsciente.
Cristina Sanchez Vega recomienda el siguiente experimento: tóquese la coronilla.
Bien, ¿cómo lo hizo? Para la mayoría de nosotros, la respuesta es parecida a
ésta: “Bien, pensé en mi mano sobre mi cabeza... o me formé una imagen mental
de mi mano sobre la coronilla... y voilá, ahí estaba”. Pero en un nivel
neurofisiológico, llevarse las manos a la coronilla es una tarea
extraordinariamente compleja, que involucra cientos de miles de activadores
neurales mientras las señales realizan un viaje de ida y vuelta entre el cerebro
y el brazo.
Todos nosotros afrontamos la complejidad, a través del
subconsciente. Todos nos hemos maravillado ante el arte sobrecogedoramente
bello del patinador de hielo o la prima ballerina. Sabemos que han desarrollado
su destreza en años de adiestramiento diligente, pero la capacidad para
ejecutar su arte con elegancia facilidad sigue siendo maravillosa, como su
pleno autoconocimiento. Pero lo “extraordinario” está vinculado con aspectos de
nuestra vida tan “ordinarios” que apenas reparamos en ellos. Nuestra vida está
llena de un sinfín de tareas complejas que realizamos con competencia casi sin
prestarles atención consciente.
Estas tareas se realizan atinadamente porque hay un aspecto de
nuestra mente que está muy capacitado para abordar la complejidad. Llamamos
“subconsciente” a esta dimensión de la mente porque opera “debajo” o “detrás”
del nivel de la conciencia.
Otros lo denominan “inconsciente” o “mente automática”.
Sea cual fuere el nombre, sin esta dimensión de la mente sería
imposible explicar cómo los seres humanos logran dominar una tarea compleja.
Por lo pronto, podemos decir con certeza que estas tareas no se realizan
únicamente a través de nuestra conciencia normal.
Igualmente importante, el subconsciente es crítico para el
aprendizaje. A través del coaching se trabaja activamente en ello.
Así, uno de los aspectos más fascinantes de las personas con
alto nivel de dominio personal es su aptitud para realizar tareas
extraordinarias complejas con gracia y facilidad. Lo que distingue a los
individuos con mayor nivel de dominio personal es que ha desarrollado un nivel
más elevado de comunicación entre la conciencia normal y el subconsciente.
Ellos enfocan como disciplina aquello que la mayoría damos por sentado y
explotamos al azar.
Esta compleja actividad se coordina sin que seamos conscientes
de ello. Asimismo, si tuviéramos que pensar cada detalle del caminar,
estaríamos en grandes aprietos. Caminar, hablar, comer, calzarse los zapatos y
andar en bicicleta son tareas que realizamos casi sin atención consciente, y
sin embargo son complejísimas. Ni hablar cuando se involucra nuestra visión de vida. En la práctica del dominio personal está implícita otra
dimensión de la mente, el subconsciente.