jueves, 22 de septiembre de 2011

Notas sobre el subconsciente, por Cristina Sanchez Vega


En un momento de la vida éramos incapaces de realizar “tareas” mundanas como caminar, hablar y comer. Tuvimos que aprenderlas. El bebé no se mete la cuchara en la boca la primera vez: se la lleva al hombro izquierdo, al hombro derecho, a la mejilla. Sólo gradualmente aprende a llevársela a la boca. Inicialmente, una tarea nueva requiere mucha atención y esfuerzo consciente. A medida que “aprendemos” las habilidades que la tarea requiere, la actividad se desplaza gradualmente de la atención consciente al control subconsciente.

Cristina Sanchez Vega recomienda el siguiente experimento: tóquese la coronilla. Bien, ¿cómo lo hizo? Para la mayoría de nosotros, la respuesta es parecida a ésta: “Bien, pensé en mi mano sobre mi cabeza... o me formé una imagen mental de mi mano sobre la coronilla... y voilá, ahí estaba”. Pero en un nivel neurofisiológico, llevarse las manos a la coronilla es una tarea extraordinariamente compleja, que involucra cientos de miles de activadores neurales mientras las señales realizan un viaje de ida y vuelta entre el cerebro y el brazo.

Todos nosotros afrontamos la complejidad, a través del subconsciente. Todos nos hemos maravillado ante el arte sobrecogedoramente bello del patinador de hielo o la prima ballerina. Sabemos que han desarrollado su destreza en años de adiestramiento diligente, pero la capacidad para ejecutar su arte con elegancia facilidad sigue siendo maravillosa, como su pleno autoconocimiento. Pero lo “extraordinario” está vinculado con aspectos de nuestra vida tan “ordinarios” que apenas reparamos en ellos. Nuestra vida está llena de un sinfín de tareas complejas que realizamos con competencia casi sin prestarles atención consciente.

Estas tareas se realizan atinadamente porque hay un aspecto de nuestra mente que está muy capacitado para abordar la complejidad. Llamamos “subconsciente” a esta dimensión de la mente porque opera “debajo” o “detrás” del nivel de la conciencia.

Otros lo denominan “inconsciente” o “mente automática”.

Sea cual fuere el nombre, sin esta dimensión de la mente sería imposible explicar cómo los seres humanos logran dominar una tarea compleja. Por lo pronto, podemos decir con certeza que estas tareas no se realizan únicamente a través de nuestra conciencia normal.

Igualmente importante, el subconsciente es crítico para el aprendizaje. A través del coaching se trabaja activamente en ello.

Así, uno de los aspectos más fascinantes de las personas con alto nivel de dominio personal es su aptitud para realizar tareas extraordinarias complejas con gracia y facilidad. Lo que distingue a los individuos con mayor nivel de dominio personal es que ha desarrollado un nivel más elevado de comunicación entre la conciencia normal y el subconsciente. Ellos enfocan como disciplina aquello que la mayoría damos por sentado y explotamos al azar.

Esta compleja actividad se coordina sin que seamos conscientes de ello. Asimismo, si tuviéramos que pensar cada detalle del caminar, estaríamos en grandes aprietos. Caminar, hablar, comer, calzarse los zapatos y andar en bicicleta son tareas que realizamos casi sin atención consciente, y sin embargo son complejísimas. Ni hablar cuando se involucra nuestra visión de vida. En la práctica del dominio personal está implícita otra dimensión de la mente, el subconsciente.