martes, 19 de julio de 2011

Procesos de Coaching: segunda parte

¿Que camino tomar para no favorecer una actitud reactiva que fortalecería aún más esa verdad dogmática que la persona arrastra por los lugares sociales que frecuenta? Esta pregunta aparece frecuentemente en el taller de autoconocimiento.
Cuando la queja se convierte en una práctica diaria, va fracturando – de manera silenciosa - los lazos sociales que podrían servir de red humana y ser útiles para acciones efectivas; por ejemplo: colaboración, contención, sostén, contactos laborales, etc.
El quejoso va perdiendo a lo largo de su vida; oídos, manos y miradas de sus compañeros, amigos y colegas. Va ganando a cambio, soledad, pues la queja desata el lazo social. Concretamente, no seduce: aleja. Su visión de vida se vuelve negativa.

Y volviendo al inconveniente que nos suscita la queja en el proceso de coaching: ¿qué podemos hacer entonces con ella?; ¿que tratamiento podríamos darle, más allá de indagar para inducir la duda en relación a la posición de víctima?...
Veamos primero que busca con la queja el coachee, dentro del proceso de coaching:
Bien, pues lo mismo que busca afuera; sumar un testigo más (el coach) a su “verdad de víctima”. Posición que le impide verse (decíamos) como parte del problema y  trabajar consigo mismo en lo que declara ser una gran perturbación o problema.

Al respecto, Cristina Sanchez Vega opina que habría que quitarle todo viso de dramatismo y seriedad a ese tema haciéndolo manifiesto bajo la forma de preguntas. Preguntarle por ejemplo, que resultados obtiene en la interacción con la gente con la cual habla desde su “ser de víctima”.
Concretamente, como reacciona esa gente, luego de un tiempo de escuchar lo mismo una y otra vez.; que obtiene él en ese intercambio particular y si en esos casos le parece se podría hablar de intercambio.
En general la persona bajo estas preguntas comienza a verse desde otro lugar y no pocas veces aparece la puerta de salida: la risa. Para ello, explican los colaboradores Cristina Villanueva y Fernando Sanchez, hay que introducir en el diálogo lo cómico.