lunes, 18 de julio de 2011

Procesos de coaching

Mientras transitamos  un proceso de coaching; aparece en forma tácita o explícita la “música” ensordecedora de la queja. La queja cierra mente y oídos condenando a un tiempo improductivo.
Su irrupción en el proceso va de la mano de ofrecer al otro y a sí; mismo una teoría de lo que le sucede, acompañado del relato del malestar que lo ahoga y atribuyendo el origen de todo a “un agente absolutamente externo” pero sin poder (ni querer) verse como parte del problema. Es decir, evadiendo el necesario proceso de autoconocimiento.
Esto aparece con más frecuencia en los coachees debutantes; aquellos que se van acercando por primera vez al coaching para experimentar “ que les sucede en el proceso” trayendo a su vez (al igual que todos) un problema que les obstaculiza, les proporciona malestar y no están pudiendo resolver solos.
Ya en el proceso, la licenciada Cristina Sanchez Vega suele realizar la pregunta: - “¿Cómo piensas que contribuyes a la situación que estás relatando y tan mal te tiene?”; se hace un gran silencio y el ritmo de la conversación que se venía sosteniendo se detiene.
Los colaboradores del taller de la licenciada, Cristina Villanueva y Fernando Sanchez,, explica que el coachee trata de ubicarse nuevamente en el espacio previo en que la pregunta, (incontestable por el momento) irrumpe en el contexto que ambos habían logrado. De alguna manera “cómodo en su incomodidad” e instalado en la queja no está demasiado convencido de dejarla: ha establecido con ella un idilio resistente al tiempo e ignorante de las consecuencias de esa actitud en la visión de vida.
Más allá de las explicaciones teóricas que uno le puede dar al asunto, y que varían según la teoría a la cual el coach adhiere; habría que preguntarse - como profesionales- que tratamiento le damos al tema de la queja.
Cuando la queja se convierte en una práctica diaria, va fracturando – de manera silenciosa - los lazos sociales que podrían servir de red humana y ser útiles para acciones efectivas; por ejemplo: colaboración, contención, sostén, contactos laborales, etc.
El quejoso va perdiendo a lo largo de su vida; oídos, manos y miradas de sus compañeros, amigos y colegas. Va ganando a cambio, soledad, pues la queja desata el lazo social. Concretamente, no seduce: aleja.